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Ernestus, El Robot Filosófico

Ernestus, el robot filosófico, ayudó a resolver un conflicto entre los robots y artesanos de la ciudad de Modernia. Cuando los robots comenzaron a culpar erróneamente a los artesanos por los daños causados al conectar más de una batería, Ernestus convenció a los artesanos de irse temporalmente para demostrar a los robots su dependencia. Cuando las baterías se agotaron, Ernestus encendió un faro para llamar a los artesanos de regreso y recargar a los robots. Los robots aprendieron a apreciar

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Ernestus, El Robot Filosófico

Ernestus, el robot filosófico, ayudó a resolver un conflicto entre los robots y artesanos de la ciudad de Modernia. Cuando los robots comenzaron a culpar erróneamente a los artesanos por los daños causados al conectar más de una batería, Ernestus convenció a los artesanos de irse temporalmente para demostrar a los robots su dependencia. Cuando las baterías se agotaron, Ernestus encendió un faro para llamar a los artesanos de regreso y recargar a los robots. Los robots aprendieron a apreciar

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Ernestus, el robot filos�fico

Esta historia viene de un pa�s lejano, m�s all� e la Galaxia Centuria Laudi 489,
pasando por el cintur�n de Ori�n, incluso m�s lejos del mar de asteroides de plata,
en la inmensa oscuridad de la garganta del cr�ter Mobidub74, hab�a una civilizaci�n
ancestral que habitaba esas tierras desde los or�genes del universo. Su era nombre
Modernia.

All� hab�a muy buenos artesanos, expertos en la fabricaci�n de magn�ficas bater�as


llenas de energ�a.Todo transcurr�a sin problemas en Modernia, todos los d�as los
artesanos se levantaban, constru�an nuevas bater�as y todas las noches las
colocaban con orgullo en sus tiendas.

Un d�a, sin embargo, surgi� un problema: los habitantes ten�an tantas bater�as que
ni siquiera sab�an d�nde ponerlas� �los almacenes estaban llenos y, lo que es m�s
triste, no hab�a nadie con quien compartir toda esa energ�a!

En poco tiempo, robots de todo tipo y car�cter comenzaron a vagar por Modernia:
hab�a robots larguiruchos llenos de muelles, peque�os robots regordetes con muchas
luces, rebots de varias manos, otros ten�an dos cabezas, algunos andaban muy
deprisa, otros volaban�
M�s que nada en el mundo, a los robots les encantaban las bater�as el�ctricas,
sobretodo las que se fabricaban en Modernia. Les daba la fuerza para caminar,
hablar y pensar, en resumen, les dieron la energ�a para vivir. Para los robots,
nada era mejor que una bater�a nueva, porque cuanto m�s nueva era la bater�a, m�s
energ�a pod�an recibir. Era como la comida para los humanos.

Los artesanos, que respetaban y quer�an mucho a sus amigos robots, siempre trataron
de mejorar la calidad de las bater�as que fabricaban, convencidos de que apreciaban
esa atenci�n y que de alguna manera los robots alg�n d�a se la devolver�an.

Pero, en realidad, los robots s�lo estaban all� porque necesitaban las bater�as
para vivir, les daba igual d�nde o c�mo conseguirlas�.

Las bater�as, almacenadas en los dep�sitos, estaban disponibles para todos los
robots que pudieran recogerlas por s� mismos. Los robots s�lo necesitaban una
bater�a para vivir, y si se pasaban de glotones y trataban de conectarse a dos,
pod�an estropearse y fundirse los plomos. Por eso hab�a un gran letrero en la pared
del almac�n que dec�a: ��No te pongas m�s de una! �Podr�as hacerte da�o!�.

Un robot llamado �Notesacias� fue una vez al dep�sito debido a su incapacidad para
conformarse con las bater�as que usaba. Hab�a le�do esa advertencia muchas veces
pero, desde hac�a alg�n tiempo, hab�a empezado a pensar que los artesanos ten�an
que ser algo taca�os y que, s�lo por esta raz�n, no permit�an que los robots
llevaran m�s de una bater�a. Ese d�a hab�a decidido no obedecer m�s la se�al: as�
que mir� a su alrededor y cuando nadie lo vio, cogi� dos bater�as, las instal� y�
�PUM! �Todos los circuitos se fundieron!

Cuando los otros robots encontraron a su compa�ero en ese estado, inmediatamente


comenzaron a rebelarse: ��Los artesanos lo hicieron a prop�sito! �Le dieron una
bater�a en mal estado!
S�lo un robot, llamado �Ernestus�, defendi� a los habitantes de la ciudad: �Ellos
no son los culpables, el culpable fue el robot Notesacias que se coloc� dos
bater�as y ahora tendr� que ir al mec�nico a que le arreglen por completo.
Pero aunque Ernestus ten�a raz�n, la gran mayor�a de robots estaba enfadada y no
era capaz de entrar en raz�n. Sus discos duros estaban echando chispas.

Despu�s de este acontecimiento, la vida de los habitantes de la ciudad cambi�


r�pidamente. Los robots se volvieron antip�ticos y maleducados y los artesanos
sufr�an de ese comportamiento injusto. Los robots les dec�an: ��Fuera de la ciudad,
eres un in�til! �No te necesitamos!�.

Sus cerebros de tostadora no entend�an que sin el trabajo de los artesanos, ninguno
de los robots habr�a sobrevivido todo este tiempo. No se daban cuenta de que sus
bater�as eran hechas por las manos de esos hombres bajitos de barbas blanca y esas
mujeres de estrafalarios peinados.

Ernestus, que era sin duda el robot m�s inteligente y bueno de la galaxia, siempre
pensaba ayudar a los dem�s, sin importar si eran humanos o robots. As� que encontr�
una soluci�n para evitar que los malos humos de los robots hicieran da�o a los
artesanos.
Como era un robot filos�fico, encontr� las palabras perfectas para convencer a las
dos partes.

Les propuso a los artesanos irse a otro lugar, para demostrar a los robots que les
necesitaban. Para ello, llenaron todas las bater�as que hab�a en Modernia en un
almac�n, y sobre ese almac�n pusieron un gran faro de rayos l�ser. Si en alg�n
momento, los robots quer�an que los artesanos volvieran a la ciudad, solo bastar�a
con encender aquella luz.

Los artesanos entendieron perfectamente el plan de Ernestus, se montaron en sus


motos espaciales�

Y se fueron�

Al ver desaparecer en el infinito horizonte del Universo a los artesanos, los


robots estallaron de j�bilo. Pensaron que ten�an raz�n, ya que ellos hab�an ganado
la discusi�n, y que por pegar gritos y hacerse las v�ctimas de los artesanos, estos
hab�an sido vencidos y ahora todo Modernia era suyo, repleto de jugosas bater�as,
sin reglas est�pidas de cu�ntas se pod�an un robot conectar.

Todo parec�a salir victorioso para los robots, mientras tanto, Ernestus aguardaba
en lo alto de la torre de luz, sobre el almac�n de bater�as.

All� pudo ver c�mo poco a poco las despensas se iban agotando, y el almac�n cada
vez estaba m�s vac�o.

Pasaron los a�os, en los que Ernestus se dedic� a reparar a los robots que quedaban
da�ados por tratar de conectarse varias bater�as. Mientras tanto, el resto de la
poblaci�n rob�tica segu�a disfrutando de su triunfo sobro los artesanos, cre�an que
todo este tiempo sin necesitarles, afianzaba m�s todav�a, que ellos ten�an raz�n.

Adem�s, pensaban que el incidente que sufri� Notesacias era evidentemente causado
por los artesanos, porque�
�C�mo era posible que ning�n otro robot hubiera sufrido otro percance similar?

La respuesta, era sencilla. Ernestus se encargaba de recoger a los robots cuando


por avaricia, se fund�an los circuitos al conectarse varias bater�as. Despu�s los
reparaba en lo alto de su torre de luz, les explicaba que hab�a sucedido y ellos
entend�an que estaban enormemente equivocados.

Como Ernestus era muy sabio y paciente, les convenc�a para que se quedaran en la
torre con ellos, que no volvieran a salir de ella y que esperaran pacientemente
junto a �l.

As� fueron pasando los d�as, los meses, los a�os. Lleg� un momento en que casi
hab�a la misma cantidad de robots en Modernia que en la torre de Ernestus.
Y por f�n, la �ltima bater�a se agot� El almac�n hab�a quedado vac�o.
Fue entonces cuando cundi� el p�nico entre los habitantes rob�ticos de Modernia,
que comenzaron a gritar y a corres despavoridos por todo el pa�s ��Qu� hacemos
ahora?� �No quedan bater�as�

Con ello, lo que consiguieron fue agotar la energ�a que les quedaba y uno a uno se
fueron apagando todos los robots de Modernia, para siempre�
�Todos?

No, Ernestus y sus aliados, aguardaban este d�a escondidos en su torre de luz.

Uno a uno, fueron conect�ndose a los enchufes de la torre, para as� poder cargar la
bater�a central del foco. Pasadas unas horas, el rayo l�ser atravesaba la galaxia
en busca de los Artesanos n�madas que hab�an estado vagando con sus motos por todo
el Universo desde entonces.

Cuando vieron a lo lejos el destello de luz, no tuvieron que mediar palabra entre
ellos. Todos comprendieron que el plan de Ernestus hab�a funcionado a la perfecci�n
y volvieron corriendo a Modernia.

Al llegar, el panorama era desolador, cientos y cientos de robots sin bater�a,


tirados por la calle.

Poco a poco, los robots que se hab�an quedado con Ernestus, los artesanos y el
propio Ernestus, recargaron las bater�as de todos los habitantes de Modernia� Que
entonces comprendieron lo que Ernestus les quer�a decir hac�a tiempo atr�s.

Todos entendieron que los artesanos eran inocentes, y que dem�s eran los que les
permit�an seguir viviendo en Modernia. Los robots juraron lealtad y amistad a los
artesanos de por vida y desde entonces, reina la paz y la armon�a en aquel remoto
pa�s, que desde ese d�a, cambi� su nombre por el de �Ernestus� en honor al sabio
robot filos�fico que les cambi� la vida.

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